Cruzar el puente Sant’Angelo para llegar al castillo es como atravesar un portal en el tiempo. Te encuentras rodeado de estatuas de ángeles, cada uno portando un símbolo de la Pasión de Cristo, que parecen vigilar el camino e invitar a un viaje de descubrimiento y reflexión.
Dentro, las salas y corredores de Castel Sant’Angelo resuenan con las voces de aquellos que han residido allí, desde papas hasta prisioneros, cada uno con su propia historia que contar. Luego, está el mayor tesoro del castillo: la vista panorámica de Roma. Desde la terraza superior, uno puede admirar la ciudad eterna en todo su esplendor, con sus tejados rojos, monumentos majestuosos e iglesias que emergen como gemas en un mar de historia.
Quizás, lo que hace a Castel Sant’Angelo realmente especial es la sensación de paz que se siente al caminar a lo largo de sus muros. A pesar de estar en el bullicioso corazón de Roma, el castillo ofrece un refugio tranquilo, un lugar para reflexionar sobre la belleza y la complejidad de la historia de Roma.
Visitar Castel Sant’Angelo es un viaje único a través del tiempo, una experiencia que toca el corazón y estimula la mente. Es un lugar donde el pasado y el presente se fusionan en un maravilloso espectáculo de historia y belleza, un lugar que, al igual que Roma misma, nunca se olvida.
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